Historia corta
El viento helado azotaba el rostro de Emilia mientras se aferraba a la baranda, al borde del abismo. Abajo, el Salto del Tequendama rugía con furia, una cortina de agua blanca que se estrellaba contra las rocas, levantando una neblina fría y húmeda. Emilia, una joven historiadora con la mirada fija y el cabello revuelto por el viento, había llegado al antiguo Hotel del Salto buscando respuestas.
Desde niña, había escuchado historias sobre el lugar: cuentos de suicidios, apariciones fantasmales y un aura de tristeza que parecía impregnar cada piedra del edificio abandonado. Su abuela, quien había trabajado como camarera en el hotel en sus años de gloria, le contaba sobre los elegantes bailes, las risas y el brillo de una época que contrastaba fuertemente con el presente sombrío del lugar. Pero también le hablaba de susurros extraños en los pasillos, sombras que se movían en la penumbra y una sensación constante de ser observada.
Emilia había decidido investigar la verdadera historia del hotel, desentrañar los misterios que se escondían tras sus paredes. Se había sumergido en archivos polvorientos, buscando registros de huéspedes, incidentes y cualquier detalle que pudiera arrojar luz sobre las leyendas.
Una tarde, mientras revisaba antiguos planos del hotel, encontró una anotación críptica en el margen de un documento: «La llave está en el reflejo». Emilia no entendía el significado de esa frase, pero sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿A qué llave se refería? ¿Y cuál era ese reflejo?
Decidió explorar el hotel. Con una linterna en mano, recorrió los pasillos desolados, donde el eco de sus pasos resonaba en el silencio sepulcral. Las paredes estaban cubiertas de grafitis y el olor a humedad y abandono era penetrante. Llegó a lo que antiguamente había sido el salón principal, un espacio majestuoso con grandes ventanales que ahora estaban rotos y cubiertos de polvo.
Fue entonces cuando lo vio: un espejo antiguo, colgado en una pared, aunque su superficie estaba opacada por el tiempo. Emilia se acercó y limpió cuidadosamente una parte del espejo. Al hacerlo, notó un detalle que antes había pasado por alto: en el reflejo del espejo, no se veía su propia imagen, sino la de una puerta oculta en la pared opuesta.
Con el corazón latiendo con fuerza, Emilia buscó la puerta y la encontró, disimulada tras un panel de madera. Al abrirla, descubrió una pequeña habitación secreta. Dentro, encontró un viejo libro de contabilidad y una llave de metal oxidada. El libro contenía registros de transacciones sospechosas y nombres de personas influyentes de la época. ¿Estaba ante la prueba de que el hotel había sido escenario de algo más que simples suicidios?
En ese momento, un fuerte golpe la sobresaltó. Alguien más estaba en el hotel. Emilia apagó la linterna y se escondió en la habitación secreta, escuchando con atención los pasos que se acercaban. ¿Quién la seguía? ¿Y qué secretos ocultaba el Salto del Tequendama?
Los pasos se acercaban cada vez más. Emilia, con el corazón latiendo con fuerza, apenas respiraba dentro de la habitación secreta. A través de una pequeña rendija en la pared, pudo ver una sombra que se movía en el salón principal. Era un hombre alto, vestido con un traje oscuro, que inspeccionaba el lugar con una linterna. Su rostro, aunque oculto en parte por la sombra, le resultaba vagamente familiar.
De repente, el hombre se detuvo justo frente a la pared donde se ocultaba la puerta secreta. Emilia contuvo el aliento. ¿La había descubierto? El hombre extendió la mano y tocó la pared, justo en el mismo punto donde se encontraba el mecanismo de apertura. Por un instante, Emilia pensó que todo estaba perdido. Pero en lugar de abrir la puerta, el hombre suspiró y se alejó, murmurando algo ininteligible.
Emilia esperó unos minutos más, asegurándose de que el hombre se hubiera ido. Luego, con cautela, salió de la habitación secreta. Tomó el libro de contabilidad y la llave oxidada y regresó al exterior del hotel, sintiendo el aire fresco de la noche en su rostro.
De vuelta en su hotel en Bogotá, Emilia examinó detenidamente el libro. Descubrió que contenía registros de transacciones financieras ilícitas, que involucraban a importantes figuras políticas y empresariales de la época en que el hotel estaba en su apogeo. Al parecer, el lugar había servido como fachada para operaciones de lavado de dinero y otros negocios turbios.
La llave, por su parte, abría una antigua caja fuerte que se encontraba en el sótano del hotel, según un plano que encontró entre los documentos. En la caja fuerte, Emilia halló documentos aún más comprometedores: cartas, fotografías y testimonios que revelaban una red de corrupción que se extendía hasta las más altas esferas del poder.
Comprendió entonces el significado de la frase «La llave está en el reflejo». No se refería a un reflejo físico, sino al reflejo del pasado en el presente. Los secretos del pasado, ocultos tras la fachada del lujo y la opulencia, seguían teniendo un impacto en el presente.
Pero la historia no terminaba ahí. Mientras Emilia organizaba los documentos para entregarlos a las autoridades, recibió una llamada telefónica. Era el hombre del traje oscuro, quien se identificó como un descendiente de una de las familias involucradas en la trama de corrupción. Le ofreció una gran suma de dinero a cambio de los documentos.
Emilia se negó rotundamente. Sabía que lo que tenía en sus manos era demasiado importante para dejarlo pasar. Sin embargo, la llamada la dejó con una sensación de inquietud. Sabía que estaba en peligro.
En lugar de entregar los documentos directamente a la policía, Emilia decidió contactar a un periodista de investigación de confianza. Sabía que necesitaba hacer pública la historia para protegerse a sí misma y asegurar que la verdad saliera a la luz.
Al final, la historia del Salto del Tequendama y el Hotel del Salto salió a la luz, revelando una oscura trama de corrupción que había permanecido oculta durante décadas. Los responsables fueron llevados ante la justicia, y el antiguo hotel, ahora convertido en museo, se convirtió en un símbolo de la lucha contra la impunidad.