Cuento corto – El Guardián del Roble susurrante

cuento corto

En el corazón del Valle de las Sombras Eternas, donde los picos montañosos se elevaban hacia el cielo como dedos huesudos y la niebla danzaba perpetuamente entre los árboles centenarios, se alzaba un roble majestuoso. No era un árbol común; sus ramas retorcidas se extendían como brazos implorantes, cubiertas de musgo esmeralda y líquenes dorados, y su tronco, grueso como una torre, parecía latir con una vida propia. Era conocido como el Roble Susurrante, y se decía que albergaba el espíritu de un antiguo guardián.

En una pequeña aldea al pie del valle, vivía un joven llamado Elian. Huérfano desde temprana edad, Elian había crecido escuchando las historias que los ancianos contaban sobre el Roble Susurrante y su guardián. Se decía que el árbol protegía el valle de las fuerzas oscuras que acechaban en las sombras, y que el guardián, un ser de gran sabiduría y poder, se comunicaba con aquellos que se acercaban con un corazón puro.

Elian, atormentado por la soledad y la curiosidad, sentía una profunda fascinación por el roble. Una noche de luna llena, impulsado por un impulso irresistible, decidió aventurarse en el Valle de las Sombras Eternas. La niebla era espesa y fría, y el silencio solo era interrumpido por el crujir de las ramas bajo sus pies. A medida que se adentraba en el valle, la sensación de estar siendo observado se hacía más intensa.

Finalmente, llegó al claro donde se alzaba el Roble Susurrante. La luz de la luna bañaba el árbol, dándole un aspecto espectral. Elian se acercó con cautela y colocó una mano sobre el tronco rugoso. En ese instante, sintió una corriente de energía recorrer su cuerpo, y una voz suave y profunda resonó en su mente.

«¿Quién busca al Guardián?», preguntó la voz.

Elian, sorprendido pero sin miedo, respondió: «Soy Elian, un humilde aldeano. He venido a buscar sabiduría».

«La sabiduría no se encuentra buscando, sino escuchando», respondió la voz. «Escucha el susurro del viento entre mis ramas, y encontrarás la respuesta que buscas».

Elian cerró los ojos y se concentró en el sonido del viento. A medida que escuchaba, las palabras comenzaron a formarse en su mente: palabras de aliento, de esperanza, de conexión con la naturaleza. El guardián le hablaba de la importancia del equilibrio, de la necesidad de proteger el valle de las fuerzas oscuras que intentaban corromperlo.

Durante muchas noches, Elian regresó al Roble Susurrante. El guardián le enseñó los secretos del bosque, el lenguaje de los animales y el poder de las plantas. Le reveló que las fuerzas oscuras que amenazaban el valle estaban lideradas por un antiguo mago exiliado, consumido por la ambición y el deseo de poder. Este mago, llamado Malkor, buscaba controlar la energía del valle para desatar un caos que le permitiría gobernar sobre todo el reino.

El guardián le confió a Elian una importante misión: debía encontrar un antiguo artefacto mágico, conocido como la Piedra del Equilibrio, que era la única fuerza capaz de contrarrestar el poder de Malkor. Le indicó que la piedra se encontraba oculta en las profundidades de la Cueva de Cristal, un lugar peligroso custodiado por criaturas temibles.

Elian, a pesar del miedo, aceptó la misión. Sabía que el destino del valle dependía de él. Con la guía del guardián, aprendió a usar las plantas para curar heridas y crear pociones, a comunicarse con los animales para obtener información y a moverse sigilosamente por el bosque sin ser detectado.

Después de muchas semanas de preparación, Elian se adentró en la Cueva de Cristal. El camino era oscuro y tortuoso, y el eco de sus pasos resonaba en las paredes de roca. Se enfrentó a arañas gigantes, murciélagos voraces y otros peligros que acechaban en la oscuridad. Finalmente, llegó a una cámara subterránea donde, sobre un pedestal de cristal, brillaba la Piedra del Equilibrio.

En ese momento, Malkor apareció. Su rostro estaba demacrado y sus ojos brillaban con una luz malévola. «Has llegado demasiado tarde, muchacho», dijo con una voz fría y amenazante. «La piedra será mía, y con ella, el poder para gobernar este reino».

Se desató una feroz batalla. Malkor desató poderosos hechizos, pero Elian, utilizando las habilidades que le había enseñado el guardián, logró esquivarlos y contraatacar. Finalmente, en un último esfuerzo, Elian logró tocar la Piedra del Equilibrio. Una poderosa energía emanó de la piedra, envolviendo a Malkor y despojándolo de su poder. El mago cayó al suelo, derrotado.

Con Malkor derrotado, la paz regresó al Valle de las Sombras Eternas. Elian regresó al Roble Susurrante, donde el guardián lo felicitó por su valentía. El joven comprendió que la verdadera sabiduría no solo se encuentra escuchando, sino también actuando con coraje y determinación. Elian se convirtió en el nuevo guardián del valle, protegiéndolo de cualquier amenaza y manteniendo el equilibrio entre la naturaleza y el mundo humano. El susurro del roble ya no era solo un mensaje del pasado, sino una guía para el futuro.

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