Urbano – ….::::: Historias y Relatos :::::….. https://devfredd.online Historias, Relatos y Cuentos Sat, 25 Jan 2025 22:48:13 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.2 https://devfredd.online/wp-content/uploads/2025/01/cropped-HYR_Logo_GW-150x150.png Urbano – ….::::: Historias y Relatos :::::….. https://devfredd.online 32 32 Historia corta – Atrapada entre Muros https://devfredd.online/historia-corta-atrapada/ https://devfredd.online/historia-corta-atrapada/#respond Sat, 25 Jan 2025 00:32:19 +0000 https://devfredd.online/?p=1328

historia corta

En el corazón de Medellín, entre el bullicio del centro y las empinadas laderas de las comunas, se alza el Palacio Nacional. Un imponente edificio de estilo republicano que, a pesar de su belleza arquitectónica, guarda una historia oscura, tejida con los hilos del miedo y la superstición. Los habitantes más antiguos de la ciudad susurran sobre los extraños sucesos que allí acontecen, especialmente durante las noches de luna llena, cuando las sombras se alargan y los ecos resuenan con mayor intensidad, creando una atmósfera de misterio que envuelve al edificio como una densa niebla.

Se dice que, en la época en que el palacio albergaba las oficinas de la gobernación, una joven secretaria, llamada Mariana, desapareció sin dejar rastro. Trabajaba en el archivo, un laberinto de estantes polvorientos y documentos antiguos ubicado en el sótano del edificio. Un lugar frío y húmedo, donde el tiempo parecía detenerse y el olor a papel viejo impregnaba el aire, mezclándose con un tenue aroma a humedad que calaba los huesos. Una noche, mientras trabajaba hasta tarde, clasificando legajos que nadie había revisado en décadas, organizando expedientes judiciales y documentos administrativos que acumulaban polvo y olvido, sus compañeros escucharon un grito ahogado proveniente del archivo. Un grito que se cortó abruptamente, como si alguien le hubiera tapado la boca, silenciándola de golpe. Corrieron a buscarla, con el corazón latiendo con fuerza, un presentimiento helado recorriéndoles la espalda, pero solo encontraron la puerta entreabierta y una silla volcada, como si alguien se hubiera levantado de golpe. Sobre el escritorio, una taza de café humeante, como si Mariana la hubiera dejado allí hacía apenas unos segundos, un detalle que intensificaba la sensación de una presencia reciente, de una partida repentina e inexplicable. De ella, ni una señal.

Desde entonces, se cuenta que su espíritu vaga por los pasillos del palacio, buscando una salida, atrapada entre los muros que la vieron desaparecer. Los vigilantes nocturnos aseguran haberla visto: una figura femenina vestida de blanco, con el rostro cubierto por una cascada de cabello negro que ondea como una sombra, que recorre silenciosamente los corredores, deslizándose como una neblina entre las columnas de mármol y los arcos ornamentados. Algunos incluso afirman haber escuchado su voz, un lamento suave que se mezcla con el eco de sus propios pasos, un susurro que parece implorar ayuda, una súplica silenciosa que se pierde en el silencio de la noche. Se dice que a veces se escucha el sonido de papeles siendo movidos en el archivo, o el tenue golpeteo de una máquina de escribir antigua, ecos del trabajo que Mariana realizaba en vida.

Un joven guardia, llamado Javier, quien trabajaba en el turno de la noche, se burlaba de estas historias. Era un hombre escéptico, de mente práctica, que no creía en fantasmas ni en supersticiones. Para él, todo tenía una explicación lógica, racional. Sin embargo, una noche, mientras realizaba su ronda habitual, inspeccionando los oscuros pasillos del segundo piso, donde las sombras se proyectaban de forma extraña bajo la luz tenue de las lámparas, sintió una presencia extraña. Un frío intenso recorrió su cuerpo, a pesar del calor sofocante de la noche, un frío que parecía emanar de las paredes mismas, como si el edificio estuviera impregnado de una energía helada. Las luces parpadearon brevemente, sumiendo el corredor en una penumbra aún más profunda, creando una atmósfera de mayor inquietud. De repente, escuchó un susurro a su espalda: “Ayúdame a salir”. La voz era suave, femenina, llena de angustia, un eco que parecía provenir de muy lejos, pero que resonaba con claridad en el silencio del pasillo.

Javier se giró rápidamente, con el corazón latiendo con fuerza, la adrenalina recorriéndole las venas. El silencio era absoluto. No había nadie. Solo las sombras danzantes y el eco de sus propios pasos resonando en el vacío. Pensó que se lo había imaginado, producto del cansancio y la sugestión, una broma de su propia mente. Pero al continuar su recorrido, sintió una mano fría que le rozaba el hombro. Un contacto helado que lo hizo estremecer, un escalofrío que le recorrió toda la columna vertebral. Se detuvo en seco, con la respiración entrecortada, el miedo atenazándole el pecho. A su lado, apenas visible en la penumbra que se intensificaba con cada parpadeo de las luces, vio una figura femenina vestida de blanco. Su rostro estaba oculto por el cabello negro que caía sobre él como una cortina, ocultando sus facciones, pero Javier sintió una mirada penetrante, llena de tristeza y desesperación, que lo observaba desde la oscuridad, una mirada que parecía pedir auxilio.

El miedo lo paralizó. No podía moverse, ni hablar. Sus músculos se tensaron, su garganta se secó. Intentó gritar, pero ningún sonido salió de su boca, como si una fuerza invisible lo hubiera silenciado. La figura se desvaneció lentamente, como si se difuminara en el aire, desintegrándose en la penumbra, dejando tras de sí una sensación de frío aún más intenso y un penetrante perfume a jazmín, el mismo perfume que, según contaban los antiguos empleados, usaba Mariana. Un aroma que parecía aferrarse al aire, impregnando el pasillo, como un último vestigio de su presencia, una prueba tangible de que no había sido una alucinación.

A partir de esa noche, Javier nunca volvió a burlarse de las historias del palacio. El escepticismo se desvaneció, reemplazado por un miedo profundo y una certeza inquietante. Se convirtió en uno más de los que aseguran haber presenciado la presencia de Mariana, la secretaria fantasma que vaga en busca de la salida que nunca encontró en vida. Algunos dicen que la única forma de ayudarla a descansar en paz es encontrar la verdad sobre su desaparición, un misterio que permanece oculto entre los muros del Palacio Nacional, esperando ser desvelado. Un misterio que, quizás, Javier, atormentado por su encuentro, se sienta ahora obligado a resolver, buscando entre los viejos archivos, preguntando a los empleados más antiguos, intentando reconstruir las últimas horas de Mariana, con la esperanza de darle finalmente la paz que tanto anhela. Tal vez, la clave de su desaparición se encuentre en un documento olvidado, en un rincón oscuro del archivo, esperando ser descubierto por alguien que se atreva a adentrarse en los secretos del Palacio Nacional.

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Historia corta – El susurro del abismo https://devfredd.online/historia-corta-el-susurro-del-abismo/ https://devfredd.online/historia-corta-el-susurro-del-abismo/#respond Sat, 25 Jan 2025 00:18:44 +0000 https://devfredd.online/?p=1325

Historia corta

 

El viento helado azotaba el rostro de Emilia mientras se aferraba a la baranda, al borde del abismo. Abajo, el Salto del Tequendama rugía con furia, una cortina de agua blanca que se estrellaba contra las rocas, levantando una neblina fría y húmeda. Emilia, una joven historiadora con la mirada fija y el cabello revuelto por el viento, había llegado al antiguo Hotel del Salto buscando respuestas.

Desde niña, había escuchado historias sobre el lugar: cuentos de suicidios, apariciones fantasmales y un aura de tristeza que parecía impregnar cada piedra del edificio abandonado. Su abuela, quien había trabajado como camarera en el hotel en sus años de gloria, le contaba sobre los elegantes bailes, las risas y el brillo de una época que contrastaba fuertemente con el presente sombrío del lugar. Pero también le hablaba de susurros extraños en los pasillos, sombras que se movían en la penumbra y una sensación constante de ser observada.

Emilia había decidido investigar la verdadera historia del hotel, desentrañar los misterios que se escondían tras sus paredes. Se había sumergido en archivos polvorientos, buscando registros de huéspedes, incidentes y cualquier detalle que pudiera arrojar luz sobre las leyendas.

Una tarde, mientras revisaba antiguos planos del hotel, encontró una anotación críptica en el margen de un documento: «La llave está en el reflejo». Emilia no entendía el significado de esa frase, pero sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿A qué llave se refería? ¿Y cuál era ese reflejo?

Decidió explorar el hotel. Con una linterna en mano, recorrió los pasillos desolados, donde el eco de sus pasos resonaba en el silencio sepulcral. Las paredes estaban cubiertas de grafitis y el olor a humedad y abandono era penetrante. Llegó a lo que antiguamente había sido el salón principal, un espacio majestuoso con grandes ventanales que ahora estaban rotos y cubiertos de polvo.

Fue entonces cuando lo vio: un espejo antiguo, colgado en una pared, aunque su superficie estaba opacada por el tiempo. Emilia se acercó y limpió cuidadosamente una parte del espejo. Al hacerlo, notó un detalle que antes había pasado por alto: en el reflejo del espejo, no se veía su propia imagen, sino la de una puerta oculta en la pared opuesta.

Con el corazón latiendo con fuerza, Emilia buscó la puerta y la encontró, disimulada tras un panel de madera. Al abrirla, descubrió una pequeña habitación secreta. Dentro, encontró un viejo libro de contabilidad y una llave de metal oxidada. El libro contenía registros de transacciones sospechosas y nombres de personas influyentes de la época. ¿Estaba ante la prueba de que el hotel había sido escenario de algo más que simples suicidios?

En ese momento, un fuerte golpe la sobresaltó. Alguien más estaba en el hotel. Emilia apagó la linterna y se escondió en la habitación secreta, escuchando con atención los pasos que se acercaban. ¿Quién la seguía? ¿Y qué secretos ocultaba el Salto del Tequendama?

Los pasos se acercaban cada vez más. Emilia, con el corazón latiendo con fuerza, apenas respiraba dentro de la habitación secreta. A través de una pequeña rendija en la pared, pudo ver una sombra que se movía en el salón principal. Era un hombre alto, vestido con un traje oscuro, que inspeccionaba el lugar con una linterna. Su rostro, aunque oculto en parte por la sombra, le resultaba vagamente familiar.

De repente, el hombre se detuvo justo frente a la pared donde se ocultaba la puerta secreta. Emilia contuvo el aliento. ¿La había descubierto? El hombre extendió la mano y tocó la pared, justo en el mismo punto donde se encontraba el mecanismo de apertura. Por un instante, Emilia pensó que todo estaba perdido. Pero en lugar de abrir la puerta, el hombre suspiró y se alejó, murmurando algo ininteligible.

Emilia esperó unos minutos más, asegurándose de que el hombre se hubiera ido. Luego, con cautela, salió de la habitación secreta. Tomó el libro de contabilidad y la llave oxidada y regresó al exterior del hotel, sintiendo el aire fresco de la noche en su rostro.

De vuelta en su hotel en Bogotá, Emilia examinó detenidamente el libro. Descubrió que contenía registros de transacciones financieras ilícitas, que involucraban a importantes figuras políticas y empresariales de la época en que el hotel estaba en su apogeo. Al parecer, el lugar había servido como fachada para operaciones de lavado de dinero y otros negocios turbios.

La llave, por su parte, abría una antigua caja fuerte que se encontraba en el sótano del hotel, según un plano que encontró entre los documentos. En la caja fuerte, Emilia halló documentos aún más comprometedores: cartas, fotografías y testimonios que revelaban una red de corrupción que se extendía hasta las más altas esferas del poder.

Comprendió entonces el significado de la frase «La llave está en el reflejo». No se refería a un reflejo físico, sino al reflejo del pasado en el presente. Los secretos del pasado, ocultos tras la fachada del lujo y la opulencia, seguían teniendo un impacto en el presente.

Pero la historia no terminaba ahí. Mientras Emilia organizaba los documentos para entregarlos a las autoridades, recibió una llamada telefónica. Era el hombre del traje oscuro, quien se identificó como un descendiente de una de las familias involucradas en la trama de corrupción. Le ofreció una gran suma de dinero a cambio de los documentos.

Emilia se negó rotundamente. Sabía que lo que tenía en sus manos era demasiado importante para dejarlo pasar. Sin embargo, la llamada la dejó con una sensación de inquietud. Sabía que estaba en peligro.

En lugar de entregar los documentos directamente a la policía, Emilia decidió contactar a un periodista de investigación de confianza. Sabía que necesitaba hacer pública la historia para protegerse a sí misma y asegurar que la verdad saliera a la luz.

Al final, la historia del Salto del Tequendama y el Hotel del Salto salió a la luz, revelando una oscura trama de corrupción que había permanecido oculta durante décadas. Los responsables fueron llevados ante la justicia, y el antiguo hotel, ahora convertido en museo, se convirtió en un símbolo de la lucha contra la impunidad.

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